miércoles, 15 de julio de 2015

MARBELLA EN BUSCA DE UN ESTILO





I.  EL REGIONALISMO.
Un referente posible para la estética de la Costa del Sol.






                                          Plaza de España. Pabellón de España en la Exposición
                                          Iberoameriamericana de Sevilla. Aníbal González.

Para entender este movimiento arquitectónico, que coincide más o menos con lo que en pintura se denomina costumbrismo, hay que mirar y como siempre que se analiza una corriente o movimiento, ya sea artístico o de pensamiento, a lo que ha sucedido anteriormente.
El regionalismo, primero gira en torno a la perpetuación de los historicismos decimonónicos. Esos historicismos que basan sus pautas estéticas en los grandes estilos antiguos de la historia del arte y que en el siglo XIX, aupados por la percepción romántica del momento, ofrecen obras muy variopintas tanto en Europa como en América. El neoclasicismo, primer y más importante historicismo impera en la primera mitad del siglo. En la segunda parte, el eclecticismo, que es el estilo que usa varios lenguajes estéticos anteriores en una misma obra, se configura paralelamente al historicismo, pero son  diferentes.  En pintura, el impresionismo  se desmarca y empieza a ofrecer al gran público un arte donde la figuración empieza a desvanecerse, un arte que le abre camino a esos movimientos de vanguardia que traerá ya bajo el brazo el siglo XX. Periodo complicado de la historia de la arquitectura, porque en ese eclecticismo, existen una superabundancia de tendencias que se entremezclan y que acaban en cada país  resucitando tradiciones estéticas, dando lugar a  los regionalismos. El concepto romántico sobre la identidad  de los pueblos, basado en las diferencias culturales que los distinguen, necesita de una imagen, un ideal estético en el que apoyar esas ideas que se quieren potenciar. De hecho si leemos esta descripción que se hace en  Documentos para la historia del regionalismo en España,  se advierten algunas cuestiones muy obvias: “Regionalismo en política, es la ideología y el movimiento político que aún aceptando la existencia de una comunidad política superior, como la nación, pretende la defensa específica de una de sus partes. Una región que se distingue por su homogeneidad en lo físico, lo humano y lo cultural. Algunos autores lo identifican con el autonomismo en oposición al centralismo”1. De la lectura de esta descripción , se obtiene toda  una declaración de principios a la que se adhieren los idealistas de esas teorías y que  en ese estilo posible, arquitectónicamente hablando, al que se le permite todo tipo de adornos localistas, se aferran.
En Andalucía, el estilo regionalista presenta multitud de obras y sobre todo en la que hoy es la capital de la Comunidad Autónoma, Sevilla. De hecho esta ciudad es imposible identificarla en la actualidad, sin obviar la impronta presente  en casi cada esquina y no solo del casco histórico, del estilo regionalista.
En Alemania y en Inglaterra este movimiento arquitectónico también presenta una buena dosis de obras, potencias europeas, donde existen  regiones claramente identificativas, que son además las precursoras de los independentismos con su correspondiente estética  regionalista.
En el resto de España, el estilo adquiere según la presión política de esas ideas, diferentes vertientes.  En Cataluña se va desmarcando hacía el modernismo y se desvincula, aunque el neomudéjar (estilo que se ha integrado en el capítulo siguiente, pero que para la mayoría de los autores forma parte del regionalismo) deja sobradas muestras.  En Valencia se construyen obras significativas como la estación de trenes del Norte, con esos ramos de naranjos como elemento decorativo tan autóctono y en Madrid la mayoría de las obras (dejando a un lado como en Barcelona las adscritas al neomudéjar) miran abiertamente hacia el Sur. El mismo Aníbal González construye la sede del diario ABC en el Paseo de la Castellana.

                                          Edificio del diario ABC en Madrid. Aníbal González.

En Andalucía el llamado por algunos “regionalismo historicista” ,  es un movimiento arquitectónico que se dio en este territorio a finales del siglo XIX y principios del XX y hasta el inicio de la Guerra Civil. Un estilo sujeto a un ideario, avalado por una parte de los intelectuales que apoyan una eterna dividida Europa.
El mismo denominado padre de la patria andaluza, el notario natural de la localidad malagueña de Casares, Blas Infante, se construye una casa en la que expresa hasta la extenuación ese sentimiento tan teatralmente telúrico, esa preocupación por la recuperación de un pasado artístico, especialmente el mudéjar y el barroco, considerados ambos como gloriosos. Esta casa, situada en la localidad sevillana de Coria del Río, que hoy forma parte del Museo de la Autonomía Andaluza, es posiblemente el peor ejemplo que se pueda utilizar para ensalzar este estilo, porque como vivienda privada resulta anacrónica, incómoda y fea,  pero si es interesante para afianzar el argumento de lo estrechamente unido que caminan ideología y estilo.
La Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla en 1929, en la que la dictadura de Primo de Rivera, intenta exhibir una España auténtica, pero a su vez moderna y vital, sirve también como escaparate arquitectónico internacional. Al tratarse de una exposición iberoamericana, el estilo colonial español, que los norteamericanos llaman “misiones españolas, es el que todos los países participantes usan para venderse. España y Sevilla, los anfitriones, derrochan arquitectura regionalista. La  deslumbrante y escenográfica Plaza de España, Pabellón  de España en la exposición, es el paradigma de esta corriente y es hoy uno de los monumentos más visitados del país. Unos años antes, ya se dan muestras de este estilo en la región. En Málaga, el arquitecto  Fernando Guerrero Strachan y encaminándonos ya al objetivo de este estudio, que es la estética de la ciudad de Marbella, había firmado algunos proyectos. En 1922, el Rey Alfonso XIII coloca la primera piedra del hotel Príncipe de Asturias, magnífico edificio frente al mar, de clarísima impronta regionalista. 


                                       Hotel Prícipe de Asturias, después Miramar, en Málaga.
                                       Fernando Guerrero Strachan.

En 1926, se abre al público el hotel Caleta Palace, también en el estilo que se analiza y antes, en 1919 se construyen para los bañistas de la burguesía malagueña “Los baños del Carmen” 2, hoy desgraciadamente en ruinas. Ambas obras también del mismo autor y claves para comprender el exagerado, localista y algo fantasioso regionalismo andaluz. 


                                          Hotel Caleta Palace en Málaga. Fernando Guerrero
                                          Strachan.

En Sevilla, de la mano del prolífico Aníbal González, autor de la comentada Plaza de España y del edificio  ABC en Madrid, se construyen muchos edificios. Construcciones que tienen en común el ladrillo visto, la azulejería de Triana, la teja vidriada y toda la parafernalia que decora una época en la que Andalucía fue un referente importante del pensamiento y el arte del mundo conocido.
Aún así, a la corriente regionalista andaluza, se le cuelan y para terminar de definirla, las influencias del barroco.  En esta tierra, ese gran estilo, que tantas maravillas arquitectónicas, pictóricas y escultóricas ha ofrecido a la humanidad, llega un poco tarde, pero llega y cala. El siglo XVIII es en Andalucía un pilar, según Caro Baroja en su “Etnología andaluza” 3, donde se asienta la estética y parte de la personalidad que nos define. Es en este siglo donde se cuaja el flamenco y donde las corridas de toros adquieren su importancia como espectáculo de masas. Como ejemplos ineludibles de la arquitectura dieciochesca andaluza, las Maestranzas de Sevilla y de Ronda. De las Haciendas de Olivar, esos conjuntos arquitectónicos que se perfilan en el horizonte de las provincias de Córdoba, Sevilla y Cádiz,  de origen romano y árabe, copian los arquitectos regionalistas, fachadas, torreones,  patios y hasta las rejerías. La designación de este tipo de fincas, con su correspondiente caserío,  que no hay que confundir con los cortijos,  que es la construcción rural y agrícola más popular del Sur de España, se populariza en el siglo XVIII, época de mayor esplendor de estas fincas olivareras. Juan de Talavera y el ya citado Aníbal González, los dos grandes del estilo en Sevilla, aparte de copiar, proyectaron haciendas, porque la llamada arquitectura regionalista, recoge gran parte del mito y prestigio de esta arquitectura rural 4.


                                                                 Hacienda de Olivar.

 
Centrándonos ya en el ámbito territorial que analiza este trabajo, es decir la Costa del Sol y más concretamente Marbella, se puede afirmar rotundamente que el estilo regionalista no es el que lo define.  Esto no sucede en los lugares de veraneo, donde en aquellas primeras décadas del siglo XX, acude la burguesía y la aristocracia sevillana. La sombra de la Giralda es alargada y la influencia del regionalismo en algunas de las villas y chalets que se construyen en ciudades como El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda o Chipiona son más que evidentes.
En la Costa del Sol, el fenómeno arquitectónico que se recrea a la sombra de una Exposición internacional como la del 29, que crece ligado a unas teorías nacionalistas, es imposible. Como ya se ha comentado al principio de este apartado, este estilo se desvanece con la llegada de la Guerra Civil y la Costa del Sol, con algunos matices que se analizan posteriormente, no despega hasta unas décadas después, ya en la dictadura del General Franco y bajo la que todas las utopías han sido abolidas.
Se han obviado desde un principio en este trabajo, los estilos íntimamente ligados a la industrialización, como son el modernismo y posteriormente el art-decó, que en Andalucía, por razones evidentes tienen muy poca relevancia, exceptuando algunos ejemplos interesantes en Málaga capital y en Melilla. Es por tanto obligado reafirmar que la industria turística, motor de la economía costasoleña a partir de los años cincuenta del siglo XX, no puede utilizar como imagen propagandística esos estilos ni tampoco el regionalista a pesar de la carga identificatoria, real o idealizada, que este último arrastra consigo. De todas formas, los ejemplos que existen son dignos de incluirlos en este trabajo, primero porque fueron los pioneros de la industria en la que se basa la economía andaluza y segundo porque nunca deben descartarse del todo en un análisis de este tipo,  las obras que pueden componer  algo tan complicado de sintetizar y cronologar como es un movimiento artístico.  A los ya citados edificios del hotel Príncipe de Asturias, después Miramar,  del hotel Caleta Palace y los Baños del Carmen, del arquitecto  Guerrero Strachan, edificios que ya forman parte del patrimonio arquitectónico malagueño, hay que incluir algunas villas en el barrio elitista del Limonar y algunas residencias veraniegas situadas en el incipiente Torremolinos, la mayoría de ellas hoy desparecidas.
Torremolinos, que en aquella época estaba catalogada como barriada, surge como lugar de veraneo un poco antes que lo hace Marbella. La Generación del 27, movimiento literario que en Málaga cuenta con varios de sus más destacados miembros, como Altolaguirre o Emilio Prados, artífices de la revista Litoral, adscrita al sorprendente movimiento surrealista, invitan a Salvador Dalí y la enigmática Gala a pasar unos días en ese lugar paradisiaco que es el Torremolinos de 1930. Por entonces, esa que treinta años después sería una ciudad soñada por medio mundo,  era un pequeño pueblo de pescadores, con unas extensas playas y mucho sol. Se puede afirmar que con la visita de esos personajes ya célebres, con su cercanía al aeropuerto y a la capital, que también ya posee una infraestructura hotelera, Torremolinos se abre al panorama turístico.

                                     Altolaguirre, Dalí, Gala y Emilio Prados. Torremolinos 1930.

El aeropuerto de Málaga, que posiblemente sea el aeropuerto español que más ampliaciones ha sufrido a lo largo de su historia, es clave para entender los estilos arquitectónicos que se suceden en la Costa del Sol. Un aeropuerto hoy día es un lugar apátrida, un espacio sin vinculación a la ciudad y al país en el que se encuentra: Las mismas tiendas, la misma publicidad asfixiante, los mismos humanos que como autómatas circulan por rampas y escaleras. En los años en los que la industria turística empieza a asentarse en nuestra tierra, un aeropuerto es el vestíbulo de entrada a ese paraíso buscado y encontrado por el visitante. La imagen que presenta, es la imagen que ese humano cargado de divisas quiere ver nada más llegar. Es la escenografía del primer acto, de una obra que se sueña feliz y divertida. En el año 1947, en la segunda ampliación que sufre el aeropuerto malagueño, el regionalismo está pegando sus últimos coletazos, pero el pragmático arquitecto  Luis Gutiérrez Soto, al que se hará mención varias veces en este trabajo, diseña una terminal inspirada en esas haciendas de olivar de las que tanto bebió el regionalismo andaluz.
 Se archiva, para el análisis del siguiente estilo, la primera torre de control que este mismo arquitecto había construido para ese aeropuerto en 1937, cuando todavía era una base militar. En las fotografías que se conservan de la terminal malagueña, se observan las paredes encaladas, el porche al que solo le falta una parra, la torre y esos primeros turistas tomando el aperitivo relajadamente en la terraza a la espera de su vuelo. No estaba equivocado del todo Gutiérrez Soto. Era una estética propagandística posible para un lugar que estaba emergiendo como destino turístico internacional, una escenografía original y exótica, que ya  había funcionado en la Exposición Iberoamericana de Sevilla y  con la que la burguesía que veranea en Málaga se identifica. Pero otros estilos empujaban y tenían más posibilidades de afianzarse. En el año 1947, Europa acaba de salir de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, España está sumida en la autarquía, al turismo de masas le queda aún más de una década por aparecer y la terminal regionalista del aeropuerto de Málaga, no resulta, ni como infraestructura, porque muy pronto se queda pequeña y porque el estilo sinceramente ha pasado de moda.


                                Terminal del aeropuerto de Málaga. Luis Gutiérrez Soto. 1947.

En lo que a Marbella concierne, el estilo regionalista “andaluz” no llega, porque en esta ciudad no se puede hablar del fenómeno socio-ecónomico del turismo hasta la inauguración del  hotel en el año 1947, la Venta y Albergue el Rodeo. Hubo un hotel, el Miramar, que abrió sus puertas en 1933 y que además empleó por primera vez en su propaganda, en francés y en inglés, la expresión Costa del Sol, aunque la paternidad se le atribuyó años después al director del diario Sur, Francisco Sanz Cagigas. Este establecimiento tuvo que cerrar tres años después con motivo de la Guerra Civil y no se puede incluir en la historia estética y turística de la ciudad, porque desapareció demasiado pronto para dejar impronta ninguna. El Hotel Comercial de 1919, situado en el casco histórico, era un establecimiento en el que se alojaban representantes de comercio y similares.  No se puede afirmar, porque no llegaron nunca a materializarse, si el regionalismo estaría presente en los proyectos que se describen en las dos obras que escribió el militar afincado en la ciudad, Ramiro Campos Turmo. En estas dos pequeñas obras se explican sus propuestas para el desarrollo del turismo: “Costabella, la riviera española” 1928 y la segunda, impresa en Málaga en 1929, en la que proponer construir “El jardín de España en Marbella”. En esta segunda  obra, donde aparte de dotar de ciertas infraestructuras a la ciudad,  su sueño se complementaría con otras actuaciones: “… Para la estética del conjunto se proyectarían plantas, glorietas, inscripciones, columnas, estatuas y diversas construcciones, con el objeto de convertir dicho terreno en el lugar más agradable de Europa, por el doble motivo del encanto del clima y la belleza de la obra”.  Si atendemos a las fechas de publicación de estas propuestas, que coinciden con el auge del estilo en Andalucía, es muy probable que el regionalismo fuera la estética, pero como ya se ha comentado, solo fueron las propuestas escritas por un militar 5.


Aún así es interesante destacar algunos ejemplos que  se acercan al movimiento  y que se dan muy a posteriori. El primero de ellos y siguiendo un orden cronológico, se correspondería con el del primer edificio de la sede de la Caja de Ahorros de Ronda en la ciudad, que se construyó en la incipiente avenida de Ricardo Soriano en 1952. Constaba de dos plantas y una fachada con paramentos enlucidos en cal, pero enmarcados con columnas de ladrillo visto. La fachada principal presentaba dos balcones con rejería centrados y rematados por un friso neobarroco también en ladrillo visto. Este edificio forma parte de los muchos que se analizarán en este trabajo y que no existen en la actualidad. El segundo ejemplo es el Hotel Las Chapas. Este establecimiento hotelero, que ha vivido ya varias reformas, fue construido en 1958 a orillas de la N-340, en medio de una extensa masa de pinares. En un principio se llamó “Hotel Venta Las Chapas”  y fueron sus autores, los arquitectos asturianos Genaro Alas Rodríguez y Pedro Casariego. Desde luego ninguno de los dos había bebido directamente del movimiento regionalista, pero atraídos por el paisaje o quizá obligados por contrato, utilizaron algunos elementos estructurales y decorativos, como la galería porticada de la planta baja o el remate de la fachada, que puede llegar a recordarnos al del palacio del Marqués de la  Gomera en la localidad sevillana de Osuna. 

                                          Hotel Las Chapas en Marbella. Genaro Alas Rodriguez,
                                          Pedro Casariego.

El Hotel Cortijo Blanco, construido en 1960, sería el tercer ejemplo de construcciones realizadas en Marbella bajo el influjo del estilo regionalista. Aunque su nombre alude a las construcciones rurales populares, es decir los cortijos, está proyectado a imágen y semejanza de una de esas Haciendas de Olivar que suponen una arquitectura mucho más sofisticada, entre otras cosas porque en ellas se utilizan materiales más nobles, como columnas, azulejos o pórticos y escudos tallados en piedra.


El cuarto, en este caso, un gran conjunto arquitectónico, es el Hotel Andalucía Plaza. La filiación de sus autores,  Antonio Delgado Roig y Alberto Balbontin De Orta, formados ambos en Sevilla al calor del regionalismo, nos habla en cierta medida del estilo que se analiza en este primer apartado de “Marbella en busca de un estilo”. No se puede citar este hotel como puramente regionalista, porque entre otras cosas posee muchas influencias castellanas, neobarrocas y hasta clásicas, con las dos columnas en el primer término de esa plaza en torno a la cual se cierra todo el complejo 6.



La actuación más curiosa y anecdótica del posible desembarco en Marbella del estilo que no la define, es la del Hotel El Fuerte. Este establecimiento, situado en primera línea de playa y en el mismo centro de la ciudad, no nació bajo ningún estilo concreto. En un principio era un edificio sin interés arquitectónico ninguno, que se inauguró con una cena para 500 invitados en el verano de 1957, pero que contaba en su jardín con un fortín del siglo XVIII, que le dio nombre al hotel y después a la cadena. Este elemento patrimonial, unido al telón de fondo capitaneado por la torre de la iglesia de La Encarnación, bien que podría haber sido todo un referente estético para el  posterior  “skyline“ de la ciudad. Pero es además, en la última restauración ya a finales de los años 80, donde los propietarios del mismo, deciden hacerle un guiño a ese estilo regionalista olvidado, dotando a los torreones de los extremos,  con una cubierta a cuatro aguas con tejas árabes vidriadas, como estaban en un principio, añadiendo algunos elementos más, como la marquesina de la entrada, también con la teja árabe vidriada y recubriendo todo el conjunto de un color almagra evidente. A esas alturas de finales del siglo, la ciudad y la Costa ya estaban de vuelta de toda estética posible y este edificio que acaba recordando un poco al Miramar  de Málaga, aparece anacrónico en medio de la vorágine arquitectónica que lo rodea.  

Hotel El Fuerte en Marbella.

De los interiores del estilo regionalista en Andalucía, se conserva poca documentación. En primer lugar porque los materiales con los que se construye el mobiliario y la decoración, en cualquiera de los estilos, son mucho más delicados que los que se utilizan obviamente para los exteriores y eso conlleva obligatoriamente a una renovación. Por lo tanto, hoy tantos años después, es difícil encontrar, digamos en estado puro, una muestra del concepto que el regionalismo tenía con respecto a la habitabilidad  de sus edificios. Existen fotografías que nos muestran la decoración y el ambiente con el que se habían equipado, sobre todo  los hoteles y los edificios públicos. En la mayoría de ellos, existe una estrecha relación entre continente y contenido. En aquellos años, aún no se publicaban revistas de decoración y estilo, o al menos orientadas al gran público, que podrían haber sido testigos de, al menos, la casa idealizada del regionalismo. La hedonización que provocan los espacios que luce el hábitat en las revistas actuales, independientemente del soporte en el que estén publicadas, es transferible a la documentación gráfica que se publicó cuando el regionalismo era la tendencia.  


                                           Vestíbulo del Hotel Alfonso XIII en la actualidad.

Los interiores de la casa de Blas Infante,  muestran una escenografía más cercana al cine de Bollywood que a una casa ubicada en la Andalucía real de los años 30. El padre de la patria andaluza, personaje comprometido con los problemas reales del territorio que defendía, construye una casa irreal y fantasiosa. Este edificio está rehabilitado y se muestra al público con una buena dosis de imaginación, pero es valido para comprender algunos matices del regionalismo. 

                                              Interior de la casa de Blas Infante. Coria del Río.
                                              Sevilla.

La realidad, por supuesto es otra, y los hoteles, como el Príncipe de Asturias, en Málaga o el Alfonso XIII en Sevilla, se decoran para ser habitados por una nueva tribu que se llama turismo, en este caso una tribu aún minoritaria.



                                             Interior de la época del Hotel Miramar en Málaga.


 La Plaza de España, está construida tanto por dentro como por fuera, en el mismo concepto estético del movimiento regionalista. Los elementos decorativos como las yeserías, los artesonados, la azulejería y los herrajes, se repiten en el exterior y en el interior. Todo el mobiliario histórico que decora muchos de los palacios y castillos andaluces y castellanos de otras épocas, es perfectamente idóneo para idealizarlo como elemento esencial  dentro del concepto regionalista de estilo y es útil para colocarlo en cualquiera de sus espacios. El abuso de la azulejería, en zócalos de patios, de escaleras y pasillos es tal, que coincide con el esplendor de la industria azulejera de Triana. El “Mensaque” un tipo de azulejo en relieve, de inspiración almohade, fabricado por la fábrica “Mensaque & Cía”, de Triana, surge como un material innovador que acaba alicatando media capital. Es muy común en Sevilla encontrarse con ese revestimiento, que puede considerarse uno de los materiales más significativos del regionalismo.


                                             Vestíbulo del Hotel Casas de la Judería en Sevilla.


  El mimbre, otro material que nunca abandona la escena, está presente en parte del mobiliario de esos establecimientos  hoteleros pioneros de la industria turística. En España y hasta el siglo XXI con la invasión China, existieron muchas empresas dedicadas a la fabricación de muebles de mimbre, sobre todo en la Comunidad Valenciana. Un tipo de mobiliario que en la mentalidad de todos está asociado al verano, a la costa y al relax.
Las paredes, que siempre están expuestas a todo tipo de discursos, se ofrecen esta vez para platos de cerámica, no precisamente popular, para tapices, adornos fabricados en forja y cuadros de contenido abiertamente costumbrista. De la herencia de ese estilo decorativo, recoge algo después la escenografía costasoleña, aunque en menor escala en relación a las  otras tendencias emergentes.
La mayoría de los teóricos y autores que han indagado y publicado sobre el   regionalismo, incluyen en la misma corriente las obras que se califican como neomudéjar. Ambas están estrechamente unidas y realmente es muy difícil separarlas, pero en la clasificación que este trabajo realiza sobre las  estéticas posibles de un lugar llamado Marbella, ese exagerado orientalismo, se ha incluido en el apartado segundo de este trabajo, que por razones estrictamente sintetizadoras, se le ha llamado “Estilo árabe”.


NOTAS

1- J.A. Santamaría Pastor, E. Orduña Rebollo, R. Martín-Artajo. Documentos para la Historia del Regionalismo en España. Instituto de Estudios de Administración Local, 1977.
2 - Juan Gavilanes Vélaz de Medrano. "Viaje a la Costa del Sol (1959-1969)". Tesis doctoral. 2012.
3 - Julio Caro Baroja. De Etnología andaluza. Colección monografías nº 5. Servicio de Publicación Diputación Provincial de Málaga.1993.
4 - Salvador Rodríguez Becerra. Imágenes de una arquitectura rural: Las haciendas del olivar en Sevilla. Fundación Luis Cernuda, Diputación de Sevilla. 1992.
5 - Miguel Ángel Guillén Ramírez. "Marbella en la época de Primo de Rivera". Cilniana. Pgs. 7-22 2009-2010. 
6 - José Miguel Morales Folguera. La Arquitectura del Ocio en la Costa del Sol. Universidad de Málaga. 1979.
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